Parece que la
norma son las malas noticias. Si abres un medio de comunicación te encuentras
con tragedias, actos
de corrupción, atrocidades
de guerra o ataques
terroristas. Y, aunque existen eventos
que todavía nos llenan de esperanza por la humanidad, ¿recuerdas cuándo fue la
última vez que escuchaste de un acontecimiento que fuera una buena noticia
para todo el mundo? Una de las pocas cosas que puede causar un impacto
positivo y ser motivo de inspiración
y júbilo para todo el planeta es la ciencia. Y lo hace una
y otra
vez.
El pasado 24 de
agosto pasará a la historia como uno de
esos momentos en los que la humanidad cambió su futuro. Un grupo internacional
de astrónomos que conforman el proyecto Pale
Red Dot (en alusión a la
foto del punto azul pálido tomada por la nave Voyager 1) anunciaron
el descubrimiento de un planeta en la zona habitable de la estrella más cercana
a nuestro sistema solar: Próxima Centauri.
Próxima Centauri
es una estrella enana roja que (probablemente), forma parte de un sistema
estelar triple. Fue descubierta en 1915 porque, a pesar de ser nuestra vecina más
cercana, tiene apenas el 12% de la masa de nuestro sol y un brillo del 0.15%
del solar, por lo que es invisible a simple vista.
Arriba: el cielo sobre el telescopio del observatorio de La Silla, en
Chile. Abajo: El sistema estelar triple. Las dos estrellas de Alfa Centauri a la izquierda y Próxima a la derecha.Y. Beletsky
(LCO)/ESO/ESA/NASA/M. Zaman 1
Ya en la década
de los 90’s, los astrónomos analizaron la luz de la estrella buscando un ligero
bamboleo que delatara la presencia de un planeta cuya fuerza de gravedad estuviera
tirando de Próxima mientras la orbita, pero dichas observaciones no encontraron
nada. El problema es que las enanas rojas son estrellas caprichosas que sufren arranques
de fulguraciones que aumentan su brillo varias veces.
Esta inestabilidad produce mucho ruido que se confunde con la delicada
presencia del planeta en los datos.
Próxima fue
observada con regularidad de enero a abril de 2016 por el equipo del proyecto
Pale Red Dot utilizando el telescopio de 3.6 m del Observatorio Europeo Austral
(ESO) en La Silla, Chile y también fue añadida la información que otros
observatorios en el mundo habían obtenido desde el año 2000. El líder del proyecto,
el astrónomo español Guillem Anglada-Escudé, explica:
"Las primeras señales de un posible planeta se vieron en 2013, pero la detección no era convincente. Desde entonces, hemos trabajado duro para obtener más observaciones con la ayuda de ESO y de otras instituciones."
Durante los primeros meses de 2016 Pale Red Dot descubrió que Próxima a veces se acercaba y a veces se alejaba de nosotros a una velocidad de unos 5 km/h cada 11.2 días, pero aún no era suficiente para asegurar un descubrimiento.
Diagrama que muestra el bamboleo periódico de Próxima Centauri. Las partes en blanco son días en los que las condiciones atmosféricas no permitieron la observación. ESO/G. Anglada-Escudé
Datos registrados de 16 años de información combinados. El pico en los 11 días delata al planeta, muy por encima de las líneas horizontales que corresponden a la probabiliadd de una falsa alarma. La probabilidad de que la señal sea un falso positivo es menor de una en 10 millones. Pale Red Dot.
¿Qué es lo que sabemos sobre el planeta?
El equipo de Pale Red Dot encontró un planeta (bautizado como Proxima b), de un mínimo de 1.3 masas terrestres, lo suficientemente pequeño para pensar casi con certeza que es rocoso como el nuestro, que orbita a una distancia distancia de unos 7 millones de km de su estrella (¡apenas el 7% de la distancia que separa a nuestro planeta del Sol!). Por lo que su año es apenas de 11 días terrestres. Pese a la distancia tan pequeña que lo separa de su tenue estrella, Proxima b recibe de esta 2/3 partes de la energía que recibe la Tierra del Sol. Esto es suficiente para saber que el planeta está en la zona habitable de su sistema, es decir, justo en el lugar adecuado para que su temperatura permita la existencia de agua en estado líquido en su superficie.
Proxima b está tan cerca de su estrella que los más probable es que sufra de un acoplamiento de marea. Esto significa que presentaría siempre la misma cara hacia su estrella, con un hemisferio en la oscuridad perpetua y el otro con un sol rojo abrasador permanentemente fijo en el cielo. Las únicas zonas con temperatura templada sería en el límite del día la noche, donde se viviría un crepúsculo eterno.
Recreación artística de un planeta en acoplamiento de marea. El hemisferio que siempre ve a la estrella es un desierto ardiente mientras que el que está en oscuridad perpetua está congelado. El límite entre ambos es habitable. Imagen de Steve Bowers.
¿Y qué es lo que ignoramos?
Para empezar, su tamaño. El método indirecto por el que fue descubierto nos puede dar su masa mínima y las propiedades de su órbita, pero no sus dimensiones. No obstante, si consideramos que Próxima b es un planeta rocoso, su tamaño debe ser apenas más grande que el de la Tierra y, por ende, su gravedad debe ser sólo un poco mayor.
Tampoco conocemos si el planeta tiene atmósfera. Esto es muy importante, ya que la temperatura efectiva de Próxima b ronda los -39°C pero el efecto invernadero de una capa atmosférica puede elevar la temperatura de la superficie por encima del punto de congelación del agua. Lo mismo ocurre en la Tierra, ya que, sin nuestra atmósfera nos congelaríamos a -20°C.
Además, no sabemos si Próxima b cuenta con un campo magnético que lo proteja de las fulguraciones de la enana roja que exponen al planeta a una dosis de rayos X de 600 veces mayor que la que recibimos en la Tierra. Esto esterilizaría la superficie de un planeta sin campo magnético intenso o una atmósfera gruesa.
No conocemos si el planeta tiene agua, y, en caso afirmativo, la cantidad que posee. Cuando la enana roja era joven solía ser más brillante que ahora, por lo que el planeta no debió haber estado en la zona habitable en ese entonces. Si esto es así, la mayor radiación de la estrella pudo haber causado un efecto invernadero en Próxima b o haber arrancado su atmósfera primigenia.
¿Y está habitado?
Ese es el premio mayor y tampoco lo sabemos. La única forma de saber si existen formas de vida pululando bajo un cielo con un sol rojo es observar el planeta directamente. Nada de métodos indirectos, necesitamos fotografiarlo para analizar su atmósfera (si la tiene). En la actualidad, ningún telescopio tiene la resolución necesaria para semejante proeza pero en este momento se está construyendo la próxima generación de telescopios gigantes. Uno de ellos, el Telescopio Europeo Extremadamente Grande, un coloso de 39 m de diámetro, tendrá una oportunidad de vislumbrar este nuevo mundo cuando termine su construcción en la próxima década.
Comparación del E-ELT con los Very Large Telescope. (ESO)
Nuestro objetivo
Fuimos afortunados. Las probabilidades de que la estrella más cercana a nuestro sol tuviera un planeta potencialmente habitable eran muy bajas, pero ahora que sabemos que está ahí, es una primera parada excelente para cuando nuestra especie se decida a salir de la cuna y explorar las estrellas. No tenemos idea de qué nos espera, o de si encontraremos algún compañero en Próxima, pero así sea una humilde forma de vida parecida a las bacterias, el viaje valdrá la pena. Para cuando nuestros emisarios robóticos lleguen a vislumbrar ese pequeño mundo bañado en un tenue resplandor rojo, los seres humanos que los enviaron habrán avanzado. El ingenio, la unidad y la expectación por realizar un viaje interplanetario nos habrá cambiado.
Imagen artística de una vela solar llegando a Próxima b. El proyecto Starshot está empezando a desarrollar la tecnología necesaria para que esto sea una realidad. (Space.com)
Referencias:
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